Por contrato, las azafatas de la Fexpo están obligadas a comunicarse con los visitantes, pero este año se avecina un factor perturbador para el trabajo de estas bellas mujeres por la invasión de celulares inteligentes.
Hay azafatas superestrellas que se comunican plenamente con el público que va a la feria, son pluralistas, muy gentiles y toman en serio su trabajo, olvidándose de su entorno social. Son contadísimas, pero en años anteriores se cansaron de firmar autógrafos, sacarse fotos y distribuir información de su estand.
Les siguen, en orden de importancia, las azafatas famosas (las top o misses) que aplican pequeñas relaciones públicas para promocionar productos o servicios con la seriedad de un oficio bien remunerado y cumplen plenamente el ritual ferial. En este grupo, la comunicación amorosa se practica fuera de horarios de feria. Cuidan su imagen al detalle posando en todo momento.
Sin embargo, hay un grupo, aquellas distraídas, que descuidan sus obligaciones y están pendientes de los mensajes de texto o llamadas de celulares. Factores externos a la feria alteran su labor de azafata porque están pendientes de sus cortejos o sus amigas. Son las que reciben llamadas de atención, incluso descuentos en sus honorarios.
También hay un grupo de azafatas obreras que, por lo general, están en pequeños estands, no gastan en arreglos personales caros pero son útiles para la atención al público. Aquí también caben cholitas (de Tarija, La Paz o Cochabamba) y jóvenes indígenas que están en sectores artesanales de grupos étnicos.
Tampoco faltan aquellos modelos incomunicables. Llegan a la feria con raros objetivos como el ‘pirañée’, el exhibicionismo (de las voluptuosas) o la búsqueda de baños de popularidad.
Cuando esté ante cualquier tipo de azafatas recuérdenle que en la feria hay que comunicarse
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